04/11/2024

La extraordinaria flor con forma de pene y olor a cadáver

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Amorphophallus titanum. | Manuela Schwendener

Dicen que tiene la flor más grande del mundo, presenta una forma fálica y despide un olor a cadáver difícil de olvidar. Sus suculentas características y la poca frecuencia con la que esta planta tropical crece en cautividad han convertido al ‘Amorphophallus titanum’ en una estrella mediática estos días. Y no es para menos: los suizos han esperado casi dos décadas para verla florecer por primera vez.

Sin embargo, más allá de sus atributos morbosos, lo fascinante de esta especie herbácea y tuberosa está en su ciclo vital. Desde el día en que germinó hasta su primera flor el pasado fin de semana, pasaron nada más y nada menos que 17 años. Durante ese tiempo, la planta pasó por estadios tan distintos que al ver su evolución en gráficos y fotografías parece tratarse de varias especies vegetales diferentes.

 El bulbo necesita mucho tiempo para alcanzar un tamaño suficiente que soporte los más de 10 kilos que pesa el tallo, de color amarillo, cuando florece. Y ese es un trabajo que la planta va haciendo poco a poco a través de un proceso vital que se repite cinco veces.

Según explica Heinz Schneider, biológo y director del Jardín Botánico de Basilea, tres meses después de germinar nació la hierba por primera vez y llegó a superar los seis metros de altura en 15 meses. Pasado ese tiempo, las hojas murieron pero la planta ya había conseguido multiplicar por tres el tamaño de su bulbo. El ciclo volvió a comenzar, repitiéndose otras cuatro veces a lo largo de casi dos décadas hasta conseguir que la biomasa del tubérculo fuera 15 veces superior a cuando brotó por primera vez. Así, pasó de sus 10 gramos iniciales a los 25 kilos y 1,93 metros que ha logrado estos días. Una vez abiertos los capullos, las flores sólo duran un par de días y el gran tallo amarillo con forma de pene, poco más de una semana.

Tras el esfuerzo biológico que la planta ha realizado para alimentar semejante estructura floral, el bulbo pierde biomasa y regresa a los 10 kilos. El proceso empezará de nuevo, aunque al partir de un tamaño mayor, sólo necesitará tres años para volver a alcanzar el peso necesario para florecer.

 
Desarrollo de la planta. | Sabine Hirsig/Konzept Heinz Schneider

Olor a muerto

Por mucho que uno se sienta seducido por la rareza de la planta, es difícil aguantar más de algunos minutos a su lado cuando ha florecido. Durante las únicas 12 horas en que las flores hembra (de color negro y rojo) están abiertas, el titán amorfofálico despide olor a cadáver. Es tan fuerte y tan real que consigue atraer a moscas y escarabajos “incluso si están a 20 kilómetros de distancia”, dice Schneider.

Los insectos creen que están ante un gran animal muerto, ideal para dejar sus larvas. En realidad, no saben que “se están convirtiendo en esclavos de la planta porque el tallo y las flores morirán a los pocos días” y las crías no podrán prosperar. Con este engaño, la flor cadáver busca su polinización.

No obstante, ninguna de las plantas que hoy en día crecen en jardines botánicos ha sido fertilizada porque necesita de las flores macho de otro ejemplar de su misma especie. Aunque los botánicos podrían transportar el polen de manera artificial, ninguna institución está interesada ya que después de la polinización, la flor cadáver da unos frutos rojos y muere. Demasiado dinero y años invertidos en sus cuidados para perderla en unas semanas.
Difícil de ver en cautividad

En los diversos jardines botánicos de Europa, hay una veintena de flores cadáver, pero ninguna de ellas está en España. En 1878, el botánico italiano Odoardo Beccari la descubrió por primera vez en la isla de Sumatra, y desde entonces sólo ha florecido 135 veces fuera de su entorno natural. El récord de altura se recogió en Bonn (Alemania) en 2003, con 2,57 metros.

Ver un ‘Amorphophallus titanum’ en su máximo esplendor es tan poco frecuente que el discreto Jardín Botánico de Basilea se vio inundado de visitas, reales y virtuales. Durante 10 días, recibió a más de 25.000 personas, una cifra astronómica para este pequeño vergel. La gran mayoría llegaba atraída por la forma, el tamaño y el olor de la planta, pero al abandonar el jardín lo hacía maravillada al conocer el curioso crecimiento de esta especie vegetal.

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